EL NIÑO QUE SE ENAMORÓ DE LA PINTURA Y EL ARTE SACRO

Texto elaborado por Óscar Rodríguez Martínez, socio de A Illa dos Ratos, a partir de varias conversaciones con el propio Suso «Caramuxo», pintor y restaurador de imaginería religiosa galardonado con el Premio Ignacio Cerviño a la Recuperación del Patrimonio 2022 que otorga anualmente el Ayuntamiento de Cangas.

Jesús Bernárdez Solla, más conocido por Suso «Caramuxo» es una persona muy apreciada y querida en Cangas y que a lo largo de su vida ha sido testigo, y a veces también protagonista, de muchos momentos relevantes de la historia de la villa.

Este será el primero de una serie de artículos que dedicaremos a conocer su vida, obra y vivencias.

El padre de Suso «Caramuxo» había sido discípulo de Valentín Losada y eso influyó en que él también fuese monaguillo cuando era niño  

Suso «Caramuxo» nació en 1947 en el humilde barrio de los Barreiros de Cangas, «por el que los vecinos siempre acababan pasando con los pies por delante», en el entorno de la calle de la Estrela y la calle San José.

SUSO CARAMUXO
Suso «Caramuxo» de niño junto a su hermano.

Sus antepasados recogían caramujos en la ribera cuando había escaseza de alimentos, y por ello Suso heredó con orgullo ese apodo familiar de su padre. Se llamaba Valentín Bernárdez Broullón y desde niño había tenido como protector al párroco D. Valentín Losada con quien colaboraba como monaguillo.

Con la llegada de la Guerra Civil tuvo que ir a filas y dejó el seminario, pero siempre continuó vinculado a la Cofradía de los Dolores porque sentía un gran apego a todo o que sucedía entre bastidores durante la Semana Santa.

Siguiendo los pasos de su padre, Suso «Caramuxo» también se hizo monaguillo y seguro que ese sentimiento que le inculcó su progenitor y el tiempo que pasaba en la Ex-colexiata rodeado de imágenes religiosas, ayudaron a que surgiese en él el amor por la pintura y la imaginería religiosa.

Suso ayudaba en los bautizos y a veces había algún padrino generoso que le daba un dinero que guardaba en una hucha en su casa, pero en otras ocasiones tenía que hacer otras funciones menos agradables y agradecidas…

SUSO CARAMUXO
El pequeno Suso «Caramuxo» vestido de cura en una procesión.

Suso «Caramuxo» estuvo en la primera línea de la comitiva fúnebre que acompañó los restos mortales del almirante D. Félix Ozámiz Rodríguez-Sesmeros al cementerio de Coiro

Uno de los recuerdos más impactantes de su infancia fue el día que participó en la comitiva fúnebre de D. Félix de Ozámiz Rodríguez-Sesmeros, que tal y como contamos en la ruta «Calles con historia«, fue un contraalmirante de la marina de origen vasco que se casó en Cangas y se convirtió en una persona muy querida y respetada en el pueblo por su férrea defensa del mar, fuente de sustento de la gente más humilde de la villa.

Perseguía de manera implacable el uso de explosivos en la pesca, vigilaba que se respetasen las vedas y hasta se pasaba por la plaza para revisar que las capturas tuviesen la talla mínima que se establecía para cada especie.

SUSO CARAMUXO
D. Félix de Ozámiz Rodríguez-Sesmeros (1904-1958)

Por ser una persona íntegra y con valores y sobre todo por su buen hacer, consiguió hacer una importante carrera en la Marina, pero todo se torció cuando aceptó que lo designasen para participar en un consejo de guerra. El acusado era un capitán de la Marina mercante que afirmaba ser primo carnal de Dª Carmen Polo, y que en estado de embriaguez había realizado una maniobra temeraria desobedeciendo las indicaciones que le habían dado desde tierra, lo que provocó la muerte de un joven que hacía labores de vigilancia en Ferrol.

Como era de esperar, D. Félix Ozámiz realizó a su función de modo impecable y el acusado fue condenado en base a las pruebas y a los testimonios que se presentaron. Podríamos pensar que esa conducta merecería un nuevo reconocimiento a Ozámiz pero lo que ocurrió poco después de celebrarse el juicio fue que surgieron presiones para que abandonase su destino en Madrid y fue enviado a Ferrol, donde poco tiempo después apareció muerto con un tiro en la cabeza.

Los informes oficiales hablaban de un suicidio, pero las personas que lo conocían nunca creyeron esa versión de los hechos porque eran conocedores de su carácter y porque un católico convencido como él nunca se quitaría la vida de esa manera.

Cuando se supo que traían el cadáver a Cangas, la gente comezó a reunirse espontáneamente en la Casa de las Luces, el edificio de Fenosa que estaba situado en la Avda de Bueu

Estábamos en 1958 y el pequeño Suso “Caramuxo”, que contaba con 11 anos y vivía detrás de la iglesia, era el encargado de llevar el cirial, es decir, portar la cruz en la parte delantera de la comitiva fúnebre, acompañado de dos acólitos. Iba delante de los curas y todavía recuerda lo impresionado que estaba por la gran cantidad de militares de alta graduación que se habían congregado y de como se cuadraban con los tacóns en el suelo cuando se saludaban, haciendo aquel ruido tan imponente.

SUSO CARAMUXO
Suso «Caramuxo» llevando el cirial a la derecha de la imagen.

Fue una larga espera durante la que fueron llegando gran cantidad de barcos a Cangas procedentes de Vigo y del Berbés. Incluso vinieron varios boniteros lo que provocó que para que pudiesen desembarcar los tripulantes, tuviesen que atracar en filas de hasta 8 barcos pegados lateralmente, mientras muchos otros fondeaban esperando su turno para poder entrar al puerto.

Se notaba en el ambiente que el acto era un acompañamiento a alguien muy querido. Cuando llegó la comitiva de coches, en un furgón gris venía un altavoz para que el cura D. Andrés Salgueiro realizase un responso y cuando estaba comenzando, alguien gritó la frase que se convertiría en el grito de guerra que acompañaría para siempre a la figura de D. Félix: “o pai dos pobres ¡¡¡».

Ese grito provocó tal alboroto en tierra que los barcos que esperaban comenzaron a pitar, dejando el ruido que se producía en la procesión marítima que se celebra cada año para honrar a la Virgen del Carmen en una anécdota.

El pequeño «Caramuxo» estaba asustado porque había un gran bullicio entre el que se distinguía mucha gente llorando. Los militares comenzaron a hacer gestos con los brazos para que cesase aquel estruendo y algunos incluso se dirigieron a los barcos haciendo gestos de escribir para trasladarles que si no paraban, les iban a meter una multa porque había mucha policía militar y podía haber represalias. Aún así lo cierto es que tardaron en dejar de pitar.

Tras la llegada del féretro, la comitiva partió con Suso «Caramuxo» delante con los dos acólitos a los lados, el  cura, y a continuación el coche fúnebre y la gente que acompañaba al difunto. Así avanzaron hasta el cruceiro que está frente al cementerio de Cangas donde cogieron el relevo el cura de Coiro y sus monaguillos para conducir al difunto y darle sepultura en el cementerio de Coiro como era su deseo.

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Lápida de la tumba de Ozámiz en el cementerio de Coiro.

Poco tiempo después, el alcalde de la época, Tucho Camiña, decidió que la calle más marinera de Cangas en el barrio de O Forte llevase el nombre de D. Félix de Ozámiz y fue entonces cuando su viuda, Dª María Guzmán Rodal, compró la finca donde estaba la antigua fábrica conservera de Legarda para construír allí su casa y mudarse a la calle que llevaba el nombre de su difunto marido.

Óscar Rodríguez Martínez
Presidente A Illa dos Ratos en | + artigos

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