EL COMIENZO DEL SENDERO DE RIALDARCA: O PONTILLÓN Y EL RÍO DO INFERNO
Texto elaborado por David Pereira Martínez, arquitecto urbanista e investigador de la Universidad de A Coruña, miembro del equipo de la Estrategia Rialdarca.
El Sendero de Rialdarca parte de la actual plaza del ayuntamiento, donde se encuentra la oficina de turismo, en el lugar de O Pontillón. Y cuando iniciamos esta ruta, es natural preguntarse: ¿pero dónde está O Pontillón? ¿Dónde está su río? Y sobre todo, ¿dónde está el río de Rialdarca? Pues algunos de estos elementos siguen ahí, visibles o no, y otros están evocados en la memoria colectiva, por ejemplo en los nombres de los lugares.
Por eso este artículo intenta describir y ayudar a interpretar qué es, qué fue y qué puede ser el rico patrimonio cultural vinculado a los pasos, caminos y territorio.
Partiendo de la primera pregunta, este lugar se llama O Pontillón porque cuando se construyó la carretera a principios de siglo (entre los siglos XIX y XX) fue necesario hacer un paso para salvar el río, y se construyó una «pontella», es decir, un puente con un pequeño espacio, sin arco
Este Pontillón, con piedras horizontales entre los muros laterales y el soporte central, que muchos aún recuerdan en Moaña, se puede ver en la siguiente fotografía.
La foto también muestra la entrada a la finca de Montenegro (ahora Plaza del Ayuntamiento), de la que aún se conservan las pilastras laterales de piedra. Ambos elementos, Pontillón y pilastras, nos hablan de la gran labor de los canteros de Moaña (algunos de origen portugués tal y como cuentan los guías de A Illa dos Ratos en su ruta «Canteras del litoral de Moaña«) y la calidad del granito en la zona.
Este saber hacer aún se puede ver en el estrecho puente vernáculo que se conserva más al este, en la Porta do Sol, y que, comparativamente, explica el sufijo final -ón del topónimo Pontillón, por tratarse de un ancho puente de carretera y símbolo monumental de la modernidad en el cambio de siglo.
Como aún se aprecia en esta foto, este lugar antes era muy diferente: era una gran «xunqueira» donde se lavaba en el río y tendía la ropa al «clareo».
De esta manera, este Pontillón -variedad dialectal local de pontillón- es normal que se hubiera convertido en un lugar de referencia, pues simbolizaba el progreso al permitir cruzar la Xunqueira sin dar vueltas, ni mojarse los pies. Hoy O Pontillón está desaparecido pero tenemos el nombre del lugar que nos permite contar todo esto.
En O Pontillón confluían el Río do infierno y el Río de Rialdarca
Y si había un paso, es que había un río aunque ahora no lo veamos. Aquí en O Pontillón confluían el Río do Infierno y el Río de Rialdarca. Lamentablemente, como se puede apreciar en la siguiente foto, hoy se canalizan bajo las calles y solo se ve su desembocadura al mar.
El cegamiento de estos ríos, además de los problemas ambientales que ha ocasionado (ruptura entre ecosistemas de río-marisma con el arrastre natural de sedimentos y problemas para la fauna, como la anguila), ha significado una pérdida de nuestra memoria, porque hoy no se reconoce ni se entiende este lugar. Es de esperar que en las próximas décadas, con políticas de adaptación al cambio climático (mayor frecuencia de episodios extremos y leve subida del mar), estos ríos se puedan descubrir como ya lo han hecho muchas otras ciudades. Sería fácil hacerlo en el paseo marítimo y en la plaza del Ayuntamiento, pero también posible con una humanización de las calles indicadas, dejando una zona más atractiva junto a la oficina de turismo y recuperando la memoria del lugar.
El tramo inferior del Sendero de Rialdarca: los caminos de pies y los que conducen a molinos y campos
Cuando entramos en el Sendero de Rialdarca, podemos pensar en cómo eran antes la mayoría de nuestros caminos: sendas modestas de pies que se mantenían gracias al trabajo de los vecinos y al propio andar de la gente («pasiño a pasiño, facendo o camiño»).
Por este cuidado siempre estaban muy integrados y en armonía con su entorno, de ahí que hoy podamos apreciar su encanto. Pero también tenían sus limitaciones, a veces cuando llovía se podían embarrar y había que desviarse.
Otras veces, como nos cuentan las historias de las vecinas que ya cuentan con cierta edad de cuando eran jóvenes, cuando había prisa o se llegaba tarde para la fiesta, si el camino estaba embarrado -San Martiño es en noviembre- había que coger los zapatos de fiesta en la mano y meter los pies en el barro, y luego lavarse los pies en el río, para llegar a la fiesta con los pies limpios. Y es que los caminos son parte importante de nuestra historia y nuestro patrimonio.
Estos caminos de tierra arrastraban una gran sabiduría popular, como se puede ver al comienzo del sendero en la siguiente foto de la izquierda: el camino está justo en la parte baja de los terrenos de elevada pendiente (aprovechados desde siempre con árboles para madera, ya que no podía ser arado) y con el suministro de lateral de agua para el riego de las fincas del Prado das Barxas, nuevamente la toponimia que nos habla del carácter del lugar.
La Estrategia de Rialdarca tiene como objetivo recuperar y potenciar el sendero y sus elementos patrimoniales sin perder su carácter
En este primer tramo público del camino se hizo una modesta actuación de limpieza del riego y un paso de madera que sirve de ejemplo de cómo la Estrategia Rialdarca pretende recuperar y potenciar el camino y sus elementos patrimoniales sin perder su carácter.
Esta intervención también estaba ligada al primer conjunto de elementos que encontraremos unos metros más adelante y que se pueden ver en la foto de la derecha: formado por el Lavadero da Xeira, el Molino da Xeira, unas escaleras y la cascada, que se podía escuchar metros atrás.
El estudio del molino y el lavadero, así como su propia reparación manteniendo su uso actual como balsa de riesgo – trabajos realizados por el arqueólogo Alexandre Paz Camaño, coautor de la Estrategia Rialdarca- tienen su interés y valor etnográfico propios, por lo que deberán explicarse convenientemente en uno de los próximos paneles de información que se instalarán en el sendero y/o en otro artículo.
Lo que si este artículo debe adelantar sobre el patrimonio de caminos y pasos es la adaptación de esta intervención para mantener el carácter del camino, por un lado la instalación de pequeños postes de madera para proteger la caída en la parte horizontal, y por otro la remodelación de escaleras de un desnivel que no es casual: los molinos se colocan sabiamente en los puntos de mayor desnivel, en este caso aprovechando el salto de agua de la cascada, y junto a los molinos siempre encontraremos una subida.
Por el contrario, en el resto, el camino sigue la llevada de aguas de riego, que son casi horizontales. Tramos sin casi desnivel y subidas serán constantes en los siguientes tramos del Sendero de Rialdarca, lo que puede permitir al visitante reconocer respectivamente los espacios de las llevadas de agua y las ruinas de los molinos, respectivamente.
Los caminos de los carros: a Gándara, O Pedroso y los molinos
El Sendero de Rialdarca continúa por servidumbres (derechos de paso por terrenos con propietario) hasta llegar al Camino de la Gándara, ahora asfaltado y ancheado, pero antes un camino de carros como los que unían unos lugares con otros. Este camino pasa por el Molino de Trigo y la fuente y lavadero de la Gándara – que también merecería una explicación aparte – y desemboca en un importante cruce de caminos, como se puede apreciar en la siguiente imagen, al fondo, con uno de los postes instalados para marcar las direcciones.
En este cruce se menciona por un lado el Camino de la Gándara, que conecta con la parte alta de la Seara. Después el camino de O Pedroso, que por un lado sube a Abelendo y está asfaltado en el primer tramo, y por el otro sube hasta el alto de O Pedroso y continúa hasta Meira. En la foto se pueden ver estos tramos como los que parten de la señal del fondo hacia la derecha, y de la señal de la izquierda a este mismo lado.
Y finalmente, el camino de carros que utiliza el Sendero de Rialdarca para seguir subiendo y pasar por tres molinos, el de Pereira, el del Saiñeiro y el de Sanchelán. Como explicamos anteriormente, podemos fijarnos en que el río y los riegos acompañan el camino en los tramos más horizontales, y que al lado de los molinos encontramos una subida hasta el siguiente tramo horizontal, donde podemos descubrir la entrada de agua a cada molino.
Debemos destacar estos caminos de carros por la memoria que los acompaña y por su especial escala humana
Por un lado, estos caminos estaban pensados para carros lentos – bueyes o tirados a mano – y eran el principal medio de comunicación desde la Edad Media entre los lugares, el equivalente a los caminos actuales, que solo aparecerían con el cambio del siglo XIX al siglo XX. Así que estos caminos nos permiten imaginar otra forma de pasar el tiempo, sin horarios apretados, pero en la que en los períodos de cosecha y molienda era un ir y venir de gente ocupada.
Estos caminos tenían sus elementos de gran valor: muros laterales, pasarelas, incluso empedrados en algunos tramos con más desnivel o barro. Y también cuentan con una escala especial con su ancho reducido de poco menos de 2m, ya que esta es una medida que hace que sea agradable caminar e integra el camino en armonía con el paisaje circundante.
Muchos de estos caminos se han desvirtuado al ampliarse y asfaltarse a modo de pistas, como la del final de A Gándara, pero aún se pueden humanizar con otros acabados más amigables y compatibles con las necesidades de los vecinos. Pero los caminos que nos han llegado bien conservados, como el tramo de la foto, necesitan ser cuidados y puestos en valor para el disfrute de las generaciones futuras.
Pasado el Molino de Sanchelán, el Sendero de Rialdarca continúa hasta la carretera y la atraviesa, y continuando hacia el monte va mostrando otros caminos, pasos y elementos de la memoria, que describiremos en una segunda parte de este artículo.
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