CONSERVAS LA GUÍA: UN GRAN IMPULSO LABORAL PARA LAS MUJERES DE O LATÓN
Texto elaborado por D. Manuel Pérez Rúa, sociólogo y autor de la tesis doctoral “Creación e transformacións da cidade litoral: Moaña, 1950-1987. Política, urbanismo, vivenda e sociedade”. Fotografías recogidas en el libro «Moaña Historia Fotográfica – Tomo II» y cedidas por la A.C. Nós.
La fábrica principal de Ascon (O Latón, parroquia de Meira), como comentamos en la primera parte de este artículo, dio lugar al desarrollo acelerado a partir de un pequeño núcleo de viviendas, de un barrio de caserío unifamiliar, principalmente obrero, dinámica en la que también tuvo que ver la época dorada de la fábrica de Conservas La Guía, que contribuyó a la consolidación de un empleo femenino -continuo y discontinuo- que repercutió en el crecimiento residencial, especialmente en la parroquia de Meira.
La parroquia más afectada por el cese de actividad del astillero fue Meira y a continuación la de Domaio.
La actividad de Conservas La Guía tuvo gran influencia en el humilde barrio de O Latón
O Latón, un humilde barrio obrero, formado desde primera hora principalmente por emigrantes portugueses que trabajaban en las canteras de granito, según María Santomé Gestido (1933), dueña de una casa de comidas cerca del astillero, eran cuatro o cinco casitas y un sendero de cabras para subir a la carretera [Cangas-Vilaboa].
Era un barrio que tuvo que adaptarse al crecimiento y transformación del astillero, pues Ascon propició también el trasvase de mano de obra Ferrol-Vigo a través de personal cualificado que abandonaba la fábrica de Bazán ante la mejor oportunidad económica del naval moañés, así como otras personas que montaron su propia empresa auxiliar.
Según Miguel Costa Fernández (1937), trabajador de Massó y mecánico en Ascon, «la ‘remesa’ de personal llegado de Ferrol a Ascon ‘estructuró’ la empresa«. Esta transferencia de «saber hacer» y conocimientos fue decisiva para incrementar el cuadro de personal con soldadores «desde la llegada de los hermanos Amado, de Ferrol, uno para ser jefe de Aceros y otro para convertirse en jefe de Armamento», dice José Díaz Calvar (1940 – 2019).
Al inicio del despegue del astillero, en la década de los 60, existían casas en el barrio que «alquilaban habitaciones a trabajadores de Ferrol, Cariño, A Coruña» y más tarde fue apareciendo una red de comercios, bares y comercios, totalmente dependiente de la actividad fabril como “el bar de María das Cabañas, el bar de María de Meira, el bar de Marina, el bar de Genucho Chivilí, el bar de Pepe Chiné…”, que desaparecen tras el cierre de Ascon en 1984.
Conservas La Guía, que formaba parte del grupo industrial del empresario Enrique Lorenzo Docampo, tendrá actividad económica desde 1958 hasta 1981, cuando entra en crisis hasta su liquidación definitiva en 1984, es decir, su desarrollo corre paralelo al de la empresa Ascon.
El análisis y percepción de la importancia de esta fábrica pasa por comprender la posibilidad que brindó, especialmente a las familias de Meira, al pasar a disponer de un empleo asalariado femenino con estabilidad, mejor remunerado – siempre en comparación con la situación anterior: cordelerías, marisqueo, ataderas, etc., según la percepción de los protagonistas- y de calidad que propició un modelo familiar de rápida emancipación, trabajo asalariado del marido y de la mujer y, por tanto, la cada vez más temprana construcción de la nueva residencia para dar cabida al sueño de cada nueva familia.
Al igual que en el caso de Ascon, esta fábrica de conservas también proporciona la oportunidad de ayudar a construir un nuevo barrio compuesto principalmente por trabajadores y trabajadoras, que tomará el nombre popular de A Guía en un ámbito litoral conocido como O Arroás.
La fábrica tenía, de menor a mayor, las categorías laborales de pinche, auxiliar, fija discontinua, fija y maestra
Manuel Chapela Pena (1933), comenzó a trabajar en la Caja de Ahorros Provincial de Pontevedra y en 1958 se incorporó a Conservas La Guía como oficinista hasta la liquidación de la marca. Piensa que «Enrique Lorenzo sacó de la miseria a 200 mujeres, todas se formaron allí».
Manuel Currás Piñeiro (1926-2016), a los 10 años, se inició en la pesca de bajura, pasó por la Cantera de O Latón en 1942, en el varadero anterior a Ascón; pasó 9 años en el varadero de O Regueiriño (Domaio), cuando trabajaban allí unos 100 obreros; en 1962 se incorporó a Conservas La Guía como mecánico.
Recuerda que 400 mujeres y 12 hombres pudieron trabajar en ella. La primera producción de la fábrica fue la de xoubiña enlatada. Principalmente procesaban pescado. Si no había, se podrían enlatar mejillones debido a la proximidad de las bateas a la fábrica. En 1963-4 «llegaban los barcos, de Leixoes, con la sardina, a cualquier hora del día, al muelle de A Guía».
Cuando se abría la veda del berberecho, el 1 de octubre, se enlataba durante una semana. El pelo del mejillón había que quitarlo con pinzas, antes de enlatarlo; la existencia de la Zona Franca de Vigo, donde Conservas La Guía poseía un almacén, fue muy importante para la exportación; la producción de la fábrica podía ser de unas 400 cajas diarias.
Conservas La Guía dio trabajo a mujeres jóvenes pero también de mediana edad y de difícil integración laboral
Las personas que participaron en la aventura laboral de esta fábrica destacan que, a diferencia de la mayoría de las fábricas de conservas, no solo contrató personal joven, sino que también dio entrada a mujeres de mediana edad con difícil inserción laboral. También destacan la alta productividad de la fábrica, así como la integración de parte del personal, tras su liquidación, en otras fábricas de conservas de Vigo.
Rafael Queimaño Barreiro (1927-2016) comenzó a trabajar en la construcción de la fábrica, donde posteriormente fue encargado. Recuerda que el personal masculino (electricista, jefe de almacén, calderas, personal administrativo, encargados de fábrica, etc.) podría ser de 15 personas y que además se exportaban conservas a Alemania, Francia, Italia, Bélgica y “otros países, a través del puerto de El Pireo [Grecia]”.
Vida Gayo Veiga (1935), empleada de la fábrica, recuerda que en 1971 la empresa contaba con 110-120 mujeres fijas. Según diversas fuentes orales, la fábrica pudo emplear entre 200 y 400 personas; cabe señalar que el cuadro de personal femenino permanente era de unas 100 personas, pero el trabajo temporal (trabajadoras fijas discontinuas) podría representar de 100 a 300 personas más, lo que significa una rotación generacional y biográfica que permitió a un buen número de mujeres -especialmente de Meira- ir adaptando su biografía laboral a las cambiantes circunstancias de su ciclo generacional o existencial.
La percepción social y familiar de ser el salario femenino primero una aportación a la familia -mientras no se alcanza la mayoría de edad y, principalmente, la salida de la casa matriz por motivo de matrimonio- y luego un complemento salarial de un matrimonio en el que la aportación principal es la masculina, hace que la mujer, en la mayoría de los casos, moldee su propio interés o se adapte a la posición de protagonismo masculino: «en el tiempo que trabajaban Conservas La Guía y Ascon, las parejas vivían con lo que ganaba a la mujer, ahorraban el sueldo del hombre y hacían un hogar con lo ahorrado”, dice María Santomé Gestido (1933), hija de patrón-armador de Moaña, que tuvo 12 hermanos y 4 hijas y que a los 11 años aprendió el oficio de atadera.
Las mujeres que trabajaron en Conservas La Guía disfrutaron de mejores condiciones laborales que las de generaciones anteriores
Para valorar la percepción positiva que tienen en general las mujeres que han trabajado en estas fábricas a partir de los años sesenta, es importante compararla con la situación anterior de las mujeres: cordelera, mariscadora, «asistenta», peona de cantería o construcción civil, etc. – sin derechos laborales, estabilidad, convenio colectivo, primas de producción, etc., mejoras todas existentes en el período de mayor producción de la fábrica.
Un último razonamiento pediría comprender que durante diferentes etapas como la crianza de los hijos o el cuidado de personas mayores, muchas mujeres en esta época optan por salir de la fábrica o aprovechar los contratos «discontinuos» o temporales.
Rosario Rúa Rúa (1943), asegura que había tanta demanda de mano de obra en la década de 1960 que las mujeres iban a la oficina a apuntarse y a los tres días las llamaban. Comenzó a trabajar en Conservas La Guía a los 22 años, en el turno de noche, a partir de las 6 de la tarde las 2h. – “a las 2, a las 5, a las 6…” – de la mañana, haciendo la limpieza. Posteriormente trabajó como operaria de la conservera.
Se fue de La Guía cuando su madre enfermó de Alzheimer y compatibilizó el trabajo en casa, en la fábrica y en la finca. Insiste en la transmisión de la cultura doméstica y laboral a las hijas porque cuando cerró la fábrica «la mayoría de las mujeres que salieron de la Guía se fueron a trabajar a Vigo, sobre todo con la ayuda de las hijas que iban creciendo y haciéndose cargo del hogar»; reconoce como básica la existencia del transporte marítimo de la ría y tras el Puente de Rande para el trabajo de la mujer en Vigo.
N.I.S.M (1937), trabajó durante dos etapas diferentes en la Guía; entre una y otra “se fue a la ribera” [marisqueo], luego a la descarga del bacalao a Pesaiba (Domaio). Su madre y su hermana la ayudaron con su hija mayor mientras trabajaba. El marisqueo fue importante para ella como economía de complemento, para gastos corrientes y para la jubilación.
María del Carmen Ríos Prado (1941) ingresó en la cordelería de Isabel de Castilla, en Meira, a los 11-12 años, hasta 1956; fue dos años «a asistir»; posteriormente trabajó en Vigo, en la fábrica de conservas de Justo López Valcárcel, en la descarga y en el secadero de bacalao de Copiva (Chapela, Redondela), en la cordelería de José de Maya y nuevamente en la descarga de bacalao en Redondela. Se incorporó a Conservas La Guía a los 17 años, donde trabajó como empacadora y revisora. Recuerda que en la fábrica trabajaban muchas mujeres mayores que ya tenían experiencia trabajando en otras fábricas de conservas. Comenta el sabor de las conservas de bacalao a la vizcaína y zamburiña en salsa de vieira que fueron innovaciones de la fábrica en su día.
Eugenia Santomé Nogueira (1920) fue «a asistir» a Vigo. En la cordelería de Isabel de Castilla (Meira) trabajó durante 14 años sin cotización a la Seguridad Social, y ayudó a su madre en la cantera de O Cocho a hacer «morrullo». Entiende que «cuando vino el nailon, terminó la cordelería». Fue al estraperlo y al marisqueo furtivo. Después de casarse su hija e ir su hijo al Servicio Militar, ingresa a la Guía a los 46 años y gana para su jubilación tras cotizar 4 años: «cuántas ancianas se han jubilado allí …».
Vida Gayo Veiga (1935) fue emigrante en Chile, su marido trabajó en Holanda y ella en Conservas La Guía desde 1971 hasta su cierre en 1981. Recuerda que las trabajadoras despedidas trabajaron posteriormente en una fábrica de Vilaboa y en Vigo. El salario de ella y de su madre era para «vivir» y el de su marido para pagar la construcción de la nueva casa.
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