ARQUITECTURA DE USO LABRIEGO EN LA ORILLA DEL MAR
Texto elaborado por Liliana Cancelas Gargamala, socia de A Illa dos Ratos y Guía Oficial de Galicia y Patricia Novas Menduíña, Guía Oficial de Galicia.
A pesar de estar rodeada de mar por casi todas las partes menos por una, los habitantes de la península de O Hío, tradicionalmente, se dedicaron más a trabajar la tierra que a la pesca. De hecho, si nos fijamos en la forma de las casas tradicionales, están diseñadas para un uso labriego.
Estas casas están construidas en terrenos que no son aptos para el cultivo para no desaprovechar ni un centímetro de tierra cultivable. De hecho, solían construirse en zonas de roca para aprovechar la piedra para su construcción.
El bajo de la casa tiene que tener una altura adecuada para permitir la entrada del carro y de los animales de tiro
En este piso, el bajo de la casa, es donde se encuentran las cuadras y, también, la cocina. Las cuadras ocupan tanto o más espacio que el resto de la vivienda y el piso está cubierto de estrume (vegetación propia do monte como tojos, helechos, hierba, etc.) que sirve de cama para los animales y que, mezclado con los excrementos del ganado, sirve después de abono para el campo.
La cocina era poco más que el espacio alrededor del fogón. Constaba de un escano, esto es, un banco con respaldo y un asiento que sirve de tapa a una especie de caja formada por este mueble, y que puede tener una tabla móvil utilizada como mesa.
En un entrante de la pared encontramos la dorna o dornallo que se empleaba para fregar los platos, un arca de tapa lisa para guardar las provisiones y algunos huecos en el muro que servían de despensa.
En la planta alta estaban la mayoría de las habitaciones
Accediendo por una escalera situada en la cocina, se subía a la planta alta donde están situados, normalmente, la sala y las habitaciones. El suelo era de madera para permitir que el calor producido por los animales calentase todo el piso de arriba.
El mayor espacio de este piso era la sala o “habitación de respeto”. El mobiliario es sencillo: una mesa y unas sillas que, en la mayoría de los casos, solo se usan en días de fiesta, un chinero para guardar la loza y el cristal, un arca y a veces una cama.
A través de la sala se accedía a las habitaciones, habitualmente dos o tres (si es que estaban divididos), que tampoco tendrían muchos muebles: una o dos camas de madera/hierro, un baúl para la ropa, un colgador, fotos de los familiares emigrados o muertos y quizás una almofía (recipiente en forma de cuenco, más ancho que hondo, que se usa, generalmente, para lavarse).
Era importante la existencia de construcciones auxiliares
Aunque la casa era la construcción principal, lo cierto es que una vivienda labriega no se entiende sin toda una serie de construcciones auxiliares. Alrededor de la casa estaría situado el pajar, la bodega, el gallinero, … y en un lugar bien ventilado, se construía el hórreo para el secado y conservación del maíz y de otros productos agrícolas. Esta construcción está elevada sobre unos pies para mantener el interior alejado de la humedad y de los animales.
Hoy en día casi ningún vecino trabaja ya la tierra pero, hasta no hace tanto, era muy importante poseer un trozo de tierra para el cultivo. Los vecinos salían a pescar o a mariscar más para complementar las ganancias del agro que como un medio de vida en sí mismo.
Hasta la llegada de los fomentadores catalanes en el siglo XIX la agricultura continuó siendo la actividad principal
Las costumbres fueron cambiando y mientras los hombres iban a pescar, las mujeres trabajaban en las fábricas de salazón y posteriormente en las fábricas de conserva. Por aquel entonces, éste era un sector mucho más productivo que el cultivo de la tierra para el autoconsumo.
Y es que estas fábricas dieron trabajo también a muchas mujeres que, por primera vez, llevaban un sueldo a casa. Testigo de este pasado son, por ejemplo, la antigua fábrica de Ameixide (cerca de la playa de Arneles) o la hoy casa rural Casa de Aldán, que ocupa una antigua fábrica de salazón.
Con el paso del tiempo las casas típicas labriegas se fueron adaptando a los nuevos tiempos y a las nuevas necesidades y gustos, modificando su fisionomía y distribución. Pero si sabemos mirar, veremos que aún están ahí, construidas en un sitio estratégico y con una forma acorde con las necesidades de otros tiempos.
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