LA CAZA DE BALLENAS EN GALICIA EN EL SIGLO XX.
Texto elaborado por Óscar Rodríguez Martínez, socio de A Illa dos Ratos.
Cuando nos asomamos al antiguo complejo industrial de Massó de Cangas podemos contemplar el último vestigio que queda de la desaparecida Factoría de Balea C. B, sociedad formada inicialmente en 1954 por Massó y Barreras para instrumentalizar su actividad ballenera.
Lo que queda en pie de aquellas instalaciones guarda en la memoria una actividad muy importante de la que apenas queda nada salvo una nave en estado ruinoso, la rampa por la que se subían las ballenas para su despiece y parte del varadero en el que se reparaban los balleneros cuando era preciso.
Lo que mucha gente no sabe es que para su puesta en marcha se aprovecharon materiales procedentes de una desmantelada factoría de Benzú (Ceuta) que, junto a otra de Algeciras, centralizaron la actividad ballenera a nivel nacional hasta que prácticamente llegaron a extinguir la totalidad de los cetáceos de la zona del estrecho de Gibraltar.
De allí también se trajo mano de obra especializada, la mayoría de origen marroquí, porque en Cangas no había gente cualificada para trabajar con la ballena. Pasado un tiempo de aprendizaje, fue gente de Nerga la que se hizo cargo del despiece de la carne de la ballena, e incluso llegaron a trabajar mano a mano en la década de los 70 con los japoneses que vinieron a supervisar el proceso.
Antes de que se instalasen factorías en tierra, la actividad se centralizaba en buques – factoría
Contrariamente a lo que se pueda pensar, la Factoría de Balea C.B. no fue la primera empresa que se dedicó a la caza y despiece de ballenas en Cangas. El inicio de la actividad ballenera en Galicia fecha del año 1924 con la llegada de la empresa “ Sociedad Ballenera Española” (La Corona) con el buque-factoría Rey Alfonso que solía fondear en la ensenada de Barra y luego en la ría de Aldán.
En este buque-factoría, las ballenas proporcionadas por los vapores balleneros eran izadas por el costado para su transformación y despiece a bordo sin necesidad de ir a la tierra. Poco después una segunda empresa, la “Compañía Ballenera Española”, se emplazó en la ensenada de Caneliñas (Cee) con otro buque-factoría de origen noruego, el “Bus”, que operó exitosamente hasta que en el año 1925 un fuerte temporal lo lanzó contra las rocas y hundió. Este trágico hecho fue el motivo por lo que “Compañía Ballenera Española” decidió instalar la primera factoría ballenera de Galicia en tierra firme. Fue en Caneliñas (Cee), con capital español y noruego, y era atendida por más de 100 operarios.
La actividad ballenera sufrió un parón en Galicia por la falta de inversión y las guerras
Por circunstancias socioeconómicas diversas, sobre todo la gran crisis económica mundial tras lo crack del año 1929 y los conflictos bélicos ocurridos en la primera mitad del siglo XX, entre 1927 y 1952 hubo un parón en la actividad ballenera en Galicia.
La reapertura de Caneliñas (Cee) gestionada por la IBSA (Industrias Balleneras S.A) daría impulso al sector y dos años después surgiría la actividad en la ballenera de Cangas. Poco después se instalaría una tercera factoría en Cabo Morás (Xove) también propiedad de la familia Massó que completaría el mapa de las factorías gallegas.
Pasaron los años y, llegado el 1971, como IBSA tenía la factoría de Caneliñas (Cee) y Massó las de Cangas y Cabo Morás (Xove), decidieron fusionarse para obtener sinergias bajo la denominación de IBSA. La flota de la nueva empresa resultante quedaba formada por dos barcos de Massó (Carrumeiro y Cabo Morás) y tres de IBSA ( Lobeiro, Caneliñas y Temerario).
Fueron años de esplendor para la industria ballenera que era la que más exportaba de toda España, con Japón como principal cliente. Luego el país japonés estableció que solamente le compraría derivados de la ballena a aquellos países que firmaran un tratado promovido por la Comisión Ballenera Internacional en 1979.
Así fue como a partir de entonces España quedó obligada a cumplir las condiciones reguladoras del tratado para la caza de ballena. Este tratado establecía que quedaba prohibida la pesca del cachalote y de la ballena azul, ya que sus poblaciones estaban muy esquilmadas, y recortaba el número de capturas estableciendo una cuota de 860 para período 1980-1985 y un tamaño mínimo de 16,8 m.
Además, se establecía la obligatoriedad de contar con un observador científico a bordo de los barcos para supervisar que esas medidas se cumplieran. Pero la medida que causó más controversia fue la obligación de utilizar el llamado “arpón caliente”, que llevaba una granada en la punta para que la ballena muriera instantáneamente evitándole el sufrimiento. Esta medida dejó de emplearse poco tiempo después pero, no por considerarse un método cruel de acabar con la vida del animal, sino porque la carne perdía valor.
En los años siguientes a la firma del tratado fue creciendo la conciencia social en la defensa de las ballenas, abanderada por diversos grupos ecologistas. El 27 de Abril de 1980 dos buques que formaban parte de la flota de la empresa, el IBSA I y el IBSA II, sufrían ataques con bombas por parte de un grupo ecologista denominado “ Sea Shepherd” en el puerto de Marín, en represalia porque, segundo ellos, IBSA estaba incumpliendo de forma sistemática con la cuota de ballenas asignada.
De los dos buques solo el IBSA I, menos afectado por las bombas, fue reflotado y puesto en marcha y, desde ese momento, los barcos de la empresa comenzaron a cazar de forma indiscriminada.
Debido a esos incumplimientos continuos de las condiciones que establecía el tratado y, sobre todo por las presiones ecologistas, en el año 1986 la Comisión Ballenera Internacional acabaría decretando el amarre de la flota y el cierre de las factorías durante un período de 5 años, en el que se conoció coloquialmente como “la moratoria” que finalmente se convertiría en indefinida en el 1992 hasta nuestros días.
El balance que podemos hacer de la actividad de la factoría de punta Balea en sus 32 años de existencia nos permiten hacer una doble lectura. Por una parte, desde el punto de vista económico, fue bastante importante para la economía local pero, si atendemos a criterios ecológicos, influyó muy negativamente en el medio ambiente y en el estado de las playas como la de Rodeira (siempre sucia con cantidad de grasa).
Además, las capturas que se iban produciendo contribuyeron de forma importante a esquilmar las poblaciones de grandes cetáceos en aguas del Atlántico Norte. Durante los años de actividad ballenera en aguas gallegas, entre las 3 factorías despiezaron 6.337 cachalotes, 4.686 rorcuales comunes, 291 rorcuales boreales, 17 ballenas azules y 2 ballenas yubartas.
A día de hoy, de aquella historia ballenera solo queda el buque IBSA I, aquel ballenero que había sido atacado en Marín en los años 80. Cuando estaba a la espera de ser desguazado en Cee, fue adquirido por el Museo de Sandefjord de Noruega, fue rehabilitado tal y como había sido construido en los años 50 en Gran Bretaña y, tras ser rebautizado cómo Southern Actor, volvió al mar como barco museo.
Óscar Rodríguez Martínez
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Óscar Rodríguez Martínezhttps://ailladosratos.org/es/author/oscar/09/02/2021
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One Comment
Xavier Pastor
Muy buen relato histórico de ede periodo de la sctividad ballenera en España. Muchas gracias