ANA MARIA SOTO LANDEIRA: LA SEÑORITA DE MASSÓ
Texto elaborado por Raquel Rodríguez Paz. Socia de A Illa dos Ratos.
En el artículo de hoy queremos recordar a una de esas mujeres gallegas que tanto hicieron para allegar la cultura, la dignificación laboral y la oportunidad de formación en un tiempo en el que estudiar quedaba restringido a una minoría pudiente.
Ella fue Ana María Soto Landeira, una viguesa nacida en 1921 que comenzó a trabajar como asistenta social en la conservera de Massó de Cangas, allá por los años 50 del siglo pasado, prestando ayuda a las familias que trabajaban en la fábrica.
Su dedicación haría de Massó un ejemplo a seguir en el ámbito social
A lo largo de los años, fueron muchos los proyectos sociales y laborales que encabezó esta mujer y que no pasaban desapercibidos.
Encabezó propuestas tan innovadoras como la creación de una guardería cerca de la fábrica y fue capaz de conseguir que las mujeres pudiesen disponer de un tiempo durante su jornada laboral en Massó para la lactancia de sus retoños.
Actuaba como mediadora para solucionar cualquier problema a nivel laboral de los/as empleados/as y para mejorar su vida a través de la cultura; abogó por la organización de unas clases para disminuir su índice de analfabetismo. En este sentido, también ayudó a tramitar becas de estudio para los hijos/as de los trabajadores/as que estudiaban en la “Escuela del patronato de Massó”.
Impulsó la creación de un comedor social y de un economato, así como el proyecto de la construcción de viviendas sociales dentro del propio complejo industrial.
Ana María Soto Landeira, primera asistenta social de Galicia
Esta gran mujer estudió magisterio en Santiago de Compostela y, en sus inicios, dio clases a los/as hijos/as de familias con escasos recursos económicos. De sus visitas a diferentes fábricas, consiguió también que una metalúrgica de Vigo permitiese salir a sus trabajadores/as media hora antes, un día a la semana, para reunirse con ella y que le contasen sus problemas.
Ana María fue una precursora en el ámbito de ayuda a la comunidad, desarrollando la función de asistenta social mucho antes de que esta figura tuviese el reconocimiento social y académico que tiene en la actualidad.
Todo empezó cuando acudió a una reunión de Acción Católica en la que el jesuita Francisco Gómez le habla de la figura de los asistentes sociales. Ana María acepta, a pesar de no conocer exactamente esa labor, mudándose a la capital madrileña para formarse en la Escuela de Trabajo Social.
Entró en Massó en el año 1955 y con su trabajo mejoró mucho la vida de las empleadas de la fábrica
De regreso en Galicia, por el año 1955, y con su título bajo el brazo, la mujer de D. Gaspar Massó, Dña. Amalia Bolivar, le presenta al empresario y este la acepta en su conservera de Cangas.
Ana María se dedicaría a hacer visitas a las familias dando a conocer su situación familiar a la empresa para, con posterioridad, seleccionar aquellas que más necesitaban una de las viviendas que la empresa ponía a disposición de sus trabajadores y trabajadoras.
También realizaría labores de acompañamiento y asesoramiento de los/as trabajadores/as en lo que respectaba a ir al médico, puesto que, debido al gran analfabetismo que había, muchos no sabían lo que significaban las recomendaciones del médico.
Siempre quiso que la tuvieran como “una mano amiga que les ayudaba” si algún/a trabajador/a tenía alguna baja y poder volver a la empresa, si tenía que cambiar de puesto por recomendación médica, etc.
Pero su labor no terminó aquí; gracias a ella contrataron a un médico pediatra y trajeron a varias enfermeras de Santiago para que enseñaran a las mujeres cómo cuidar a los/as hijos/as de las trabajadoras durante la jornada laboral de sus madres.
Toda esta labor se vio recompensada, ya que a Ana María la ascendieron de categoría dentro de la empresa haciendo labores de administradora. Su contribución sirvió para convertir a Massó en una empresa modelo de aquel tiempo. Con posterioridad, compañías como Zeltia, Vulcano o Barreras apostaron por la contratación de asistentas sociales.
Colaboró de manera altruista con Aldeas Infantiles y con el Hogar y Clínica San Rafael
Tendríamos que destacar además que, aunque su labor se desarrollaba principalmente en Massó, esta extraordinaria mujer también se comprometió con asociaciones como Aldeas Infantiles y con el Hogar y Clínica San Rafael, un centro dedicado al cuidado de niños/as con discapacidades intelectuales.
De la Orden Hospitalaria recibió la “Carta de Hermandad” por su dedicación para solucionar las cuestiones sociales de los religiosos y, en los años 80, seguía colaborando en la gestión administrativa del dispensario farmacéutico, tramitación de citas médicas y control de recetas.
En los 90, ya jubilada, todavía seguía ofreciendo su increíble colaboración ocupándose, junto con otras trabajadoras, de la coordinación del voluntariado.
En el año 2010 fue homenajeada por la Asociación Cultural A Cepa de Cangas, y también por el Ayuntamiento de Bueu, en la Gala de la Igualdad dedicada a las mujeres que trabajaron en las conserveras de la localidad.
En 2016, le realizan otro reconocimiento a su labor nombrándola hija adoptiva del Ayuntamiento de Cangas
Anita, la señorita de Massó, así conocida cariñosamente en el pueblo cangués, falleció el 22 de abril del pasado año 2019, a los 98 años.
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